viernes, 9 de agosto de 2013

¿Qué pretende en concreto la Reforma Integral de Educación Básica?

Sin lugar a dudas, educar en pleno siglo XXI trae muchos desafíos y transformaciones obligados en todo el mundo. Uno de los retos para las autoridades educativas mexicanas es adoptar un camino congruente a la situación compleja de nuestro país tomando como base la herencia ética y cultural de nuestros pueblos y tradiciones, así como de las necesidades de desarrollo económico y social que nos han dado una identidad singular y valiosa entre las naciones del planeta.

Es prácticamente imposible no aceptar el fenómeno de la globalización y de los avances de la ciencia que han traído a su vez cambios significativos en las tecnologías de información y de la comunicación, y en general de las plataformas digitales como herramientas del pensamiento, la creatividad y de la comunicación. Estos cambios han generado modificaciones directas en nuestras sociedades, y como consecuencia, los métodos educativos también requieren de variantes que respondan ante estos hechos.

En suma, el sistema educativo mexicano debe fortalecer su capacidad para egresar estudiantes que posean competencias para: 

1. resolver problemas, 
2. tomar decisiones, 
3. encontrar alternativas, 
4. desarrollar productívamente su creatividad, 
5. relacionarse de forma proactiva con su sociedad, 
6. identificar retos y oportunidades en entornos altamente competitivos,
7. reconocer en sus tradiciones valores y oportunidades para enfrentar con mayor éxito los desafíos,
8. asumir los valores de la democracia y la convivencia cívica que reconoce al otro como igual,
9. respeto a la ley,
10. el aprecio por la participación, el diálogo, la construcción de acuerdos y
11. la apertura al pensamiento crítico, pero sobre todo, propositivo.


Mi punto de vista es que nuestros niños y nuestros jóvenes deban egresar de la Educación Básica (preescolar, primaria y secundaria), tomando como base, estos cambios en la metodología con respecto a las llevadas a cabo en el siglo pasado.¡Nuestra forma de educar no ha cambiado al ritmo que nuestras sociedades lo han venido haciendo, y eso es un grave problema!

Los elementos descritos anteriormente se han tomado en cuenta la Reforma Integral de la Educación Básica. Llevar a cabo esta reforma es tarea de autoridades, docentes y padres de familia.

Mapa curricular.
La Educación Básica, en sus tres niveles educativos, plantea un trayecto formativo congruente para desarrollar competencias y que, al concluirla, los estudiantes sean capaces de resolver eficaz y creativamente los problemas cotidianos que enfrenten, por lo que promueve una diversidad de oportunidades de aprendizaje que se articulan y distribuyen a lo largo del preescolar, la primaria y la secundaria, y que se reflejan en el mapa curricular.

Por otro lado, los estándares curriculares se organizan en cuatro periodos escolares de tres grados cada uno. Estos cortes corresponden, de manera aproximada y progresiva, a ciertos rasgos o características clave del desarrollo cognitivo de los estudiantes. Los estándares son el referente para el diseño de instrumentos que, de manera externa, evalúen a los alumnos.

Los campos de formación para la Educación Básica organizan, regulan y articulan los espacios curriculares, tienen un carácter interactivo entre sí, y son congruentes con las competencias para la vida y los rasgos del perfil del egreso. Además, encausan la temporalidad del currículo sin romper la naturaleza multidimensional de los propósitos del modelo educativo en su conjunto.

Los campos de formación para la Educación Básica son:

1. Lenguaje y comunicación.
2. Pensamiento matemático.
3. Exploración y comprensión del mundo natural y social.
4. Desarrollo personal y para la convivencia.



lunes, 15 de julio de 2013

Visita al Mercado de la Nueva Viga en Iztapalapa. Ciudad de México.



El sábado necesitaba conseguir calamar y pulpo para la comida, y acompañarlos con alcachofas. Fue así que decidí ir al Mercado de la Nueva Viga al oriente de la ciudad de México. Desde luego me fui en la bicicleta. Todo Eje 8 Sur Popocatepetl, hasta el Eje 3 Oriente, luego por Río Churubusco y en el Eje 6 Sur vuelta de nuevo. En el número 560 del Eje 6 Sur se encuentra este mercado de la Delegación Iztapalapa. Este lugar cuenta con un estacionamiento para automóviles muy grande, a quienes desde luego se les cobra, sin embargo, como en muchos lugares, los que llegamos en bici no somos objeto de cobro.


Para mi sorpresa me encontré con muchas naves donde diariamente llegan de diferentes costas del país decenas y decenas de camiones y camionetas con todo tipo de pescados, moluscos y crustáceos. Como en la antigua Tenochtitlán, donde comerciantes de cientos de lugares del Anáhuac venían a comercializar o intercambiar sus productos de toda índole.

La ciudad de México tiene lugares asombrosos. Es increíble como estando a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, pero sobre todo, medianamente lejos de él, la comercialización de tales productos se haga aquí. Son cientos de camiones que llegan con mercancía, y una vez vendidos, toman diferentes rutas a otras ciudades del país. Cientos de compradores para surtir los restaurantes de la ciudad de México también se dan cita desde las cuatro de la mañana en este mercado. La gran mayoría del producto se vende en plenos andenes.

Millares de camarones y de todos tamaños, ostiones frescos (en su concha o sin ella), calamares, langostas, langostinos, pulpos, pata de mulas, almejas, ostras, enormes y frescos atunes, salmones, mojarras, róbalos, banderas, sierras, meros,  jaibas, cangrejos, hueva, rayas, tiburones... Bueno, todos los productos marítimos necesarios para hacer un delicioso manjar.


Singulares gritos te reciben al ingresar a los andenes de las naves: ¡pásele, pásele!, ¿como qué buscaba güerito: camarón ostión, pulpo, calamar, salmón, mojarra...?, ¡camarón de la meritita Sinaloa!, ¡llévelo, llévelo!, ¡bien fresco mi güero!, ¡pura calidad veracruzana!, ¡pura chulada mi jefe!, ¡chéquele patrón!, ¿cuánto le pongo güero?, ¡si hay gente, si hay!

En un extremo del mercado hay también muchos puestos donde se ofrecen cocteles, filetes, pescadillas, empanadas de mariscos, quesadillas de camarón y de pulpo, ceviches, aguachiles, etc. Los pescados y mariscos provienen tanto de costas del Pacífico (Sinaloa, Sonora, Guerrero y Oaxaca principalmente), como del Golfo de México (Veracruz en su generalidad). Pescados enormes y de más de 100 Kg son exhibidos en bloques de hielo que se derriten mojando el piso del mercado. Todos los puestos están sobre el andén donde llegan los camiones y camionetas. Producto fresco y sobre todo: barato.

Yo salí con lo que buscaba. Una caja de calamares y un pulpito bien fresco. No pude evitar llevar ostiones y camarones. No me gasté más de $100.00. Afuera venden bolsas o cubetas de todos tamaños para quien como yo, no va preparado  para comprar más de lo que pensaba.

Recomiendo ir al Mercado de la Nueva Viga cuando busquen adquirir pescados o mariscos frescos, baratos y ricos. La recomendación es llegar tempranito, pues a las 12 pm ya es demasiado tarde.

Buen provecho.
Productos de selección también son encontrados en la Nueva Viga.
Sardinas, almeja blanca, mejillones chilenos, ancas de rana, almeja Vieyra, chipirones españoles, etc. 

Pescados de todo tipo y de todos los tamaños. Tanto del Pacífico como del Golfo.
Camarones para pelar, gigantes y chicos, rosados y transparentes. De toda la variedad.



martes, 9 de julio de 2013

Mi experiencia en bicicleta en el DF

Desde hace casi un año me vi en la necesidad de vender el automóvil por algunos apuros económicos. Desde ese entonces me transporto en bicicleta diariamente hacia mis destinos en esta querida ciudad de México.

Con gran asombro, descubrí que la bici puede ser usada como medio de transporte dentro de esta gran urbe y sobre eso quiero ahondar. Si bien es cierto que hace falta toda una cultura vial, la bici representa una gran opción para transportarse.

Hoy en día es común recibir comentarios de muchas personas (en su mayoría de quienes jamás se han subido a la bicicleta), como los siguientes: ¿en serio viniste en bicicleta hasta acá?, no te vayas en bicicleta, es muy peligroso y pueden atropellarte, ¡estás loco si te vas en bici, mejor la desarmamos y la llevamos en mi auto!, etc. O bien me han hecho extrañas sugerencias como: ¡ten cuidado con el colon!, ¡qué bueno que no eres mujer porque el asiento de la bici te hace estéril!, mejor deja tu bici en el estacionamiento y mañana pasas por ella, etc.

La verdad es que andar en bicicleta es mucho más emocionante y placentero de lo que muchos suponen. La bici es una fabulosa estructura de dos ruedas, la cual te lleva a cualquier parte. Y bueno, como todos los vehículos, necesita energía para moverse, ¡eh aquí una las maravillas de este aparato!, pues uno mismo aporta esa energía para convertirla en su propio movimiento. ¡Uno mismo es el motor! Un ciclista es su propia fuente de movimiento para transportarse. ¡Un ciclista en suma, es una fuente que convierte la energía almacenada en el cuerpo, en energía mecánica para mover en dos ruedas el peso de la fuente y del mismo aparato al mismo tiempo!

Ciclista y bicicleta forman un conjunto mecánico muy útil. Juntos eficientizan la energía, juntos cambian de velocidad para acelerarse o desacelerarse, juntos realizan trabajo mecánico y generan potencia mecánica. Ciclista y bicicleta son un sistema físico que conserva la energía y la cantidad de movimiento, es decir, la energía potencial (almacenada en el ciclista) se convierte en energía cinética (liberada en el movimiento). La variación del ímpetu con respecto al tiempo (dp/dt) origina la fuerza que a su vez genera el trabajo de movimiento. El equilibrio de fuerzas verticales y horizontales hacen que el sistema permanezca vertical. La fuerza misteriosa que actúa hacia el centro de la Tierra (peso), se soporta con la fuerza normal que el suelo realiza sobre la bicicleta, y la fuerza de rozamiento es menor (durante el movimiento)  y mayor (en el frenado) a la fuerza realizada por los músculos del ciclista ocasionando el movimiento (a>0) o el frenado (a<0). ¡Ciclista y bicicleta son una maravilla de máquina de combustión interna! El sudor en el ciclista provoca un placentero equilibrio termodinámico.

Prácticamente los ciclistas llegamos en menor tiempo (o en el mismo) comparado con el que hace un conductor de automóvil en un día de tráfico (es decir, ¡casi siempre!), incluso llegamos en un menor tiempo que el que invierte un peatón utilizando el metro, metrobús o trolebús. En los ejes viales, es común rebasar largas filas de autos que ruedan a velocidades mucho más bajas que la nuestra (¡siendo la envidia de muchos automovilistas!). Regularmente nuestra velocidad promedio es de 16 a 22 Km/h, es decir, que para recorrer una distancia de 16 hasta de 22 Km, uno invierte una hora. Desde luego esta velocidad promedio está calculada tomando en cuenta los altos de los semáforos y los debidos altos para ceder el paso. Aclaración pertinente, porque en este tiempo muchos ciclistas responsables, hemos comprobado que los que menos respetan las reglas de tránsito, somos los propios ciclistas, ¡situación muy lamentable y que consideramos, se debe corregir por el bien de todos y todas!

Con fortuna, cada vez somos más los ciclistas los que usamos la calle para transportarnos con responsabilidad, los que entendemos que las reglas son y deben ser para todos, quienes siempre respetamos la luz roja del semáforo, los que respetamos en su preferencia de paso al peatón y actuamos con cortesía y cordialidad hacia los automovilistas y choferes del transporte público, quienes usamos un casco de protección a pesar de no ser obligatorio para el Reglamento de Tránsito Metropolitano (RTM), para los que no circulamos en sentido contrario y andamos con luces y reflectores en la noche, para los que no circulamos arriba de la acera ni encadenamos las bicicletas en bancas o sitios que estorben el paso peatonal. En fin, para los que conocemos que la bicicleta es un medio de transporte y sabemos que manejarla con imprudencia puede resultar en un accidente de graves consecuencias.

Hoy en día mucha gente usa la bici para salir a pasear en familia por la ciudad sobre todo en los domingos, o con algún grupo de ciclismo que organiza divertidas rodadas (sobre todo nocturnas) sobre la ciudad, actividades benéficas para el esparcimiento sano. Sin embargo, sería deseable que el grupo de los que usamos la bici para transportarnos, creciéramos en número por razones de espacio y de sostenimiento sustentable para nuestra ciudad. Andar en bici representa una responsabilidad que es necesario asumir por los ciclistas respetando las normas de tránsito. Creo que no podemos exigir que los automovilistas respeten el tránsito del ciclista, si nosotros no actuamos con respeto hacia ellos, hacia los peatones, hacia los conductores del transporte público y de transportación de carga. Usar la bici como paseo es diferente a usarla como medio de transporte, quizá sea esta diferencia la que muchos ciclistas no comprenden del todo, y quizá sea necesario profundizar más sobre el tema.

Es cierto que las calles de la ciudad de México no están diseñadas para andar en bicicleta, pero bueno, tampoco está construida para soportar tanto tráfico de vehículos. Cerca de cinco millones de autos diariamente la circulan. El metro es insuficiente para transportar a tanta gente. El proyecto del metrobús resuelve problemas a corto plazo, y no representa una salida efectiva. En fin, son los  problemas eternos de esta enorme ciudad, que sin proyecto, sigue creciendo, y donde la bici, representa una salida óptima.

Somos muchos los que diariamente peleamos por un espacio para circular. Todos tenemos quejas: los peatones, los motociclistas, los automovilistas, los usuarios y conductores del transporte público, los taxistas, los microbuseros y bueno… desde luego los ciclistas. Todos exigimos respeto a nuestros derechos por la libre circulación. Es cierto que hay muchos automovilistas que piensan que los ciclistas somos peatones con ruedas que invadimos las vías de circulación a la mala, pero también hay muchos ciclistas que consideran que sólo tienen derecho por circular y que tienen autorización para no respetar las normas básicas del RTM por pertenecer a un grupo vulnerable o qué sé yo. El respeto, me parece, tiene que ser de todos hacia todos y de todas hacia todas. Los imprudentes están en todos los grupos. Los hay en los peatones, en los ciclistas, ¡en el 80% de los motociclistas!, en un gran número de automovilistas y en los choferes del transporte público. Respetarnos es tarea de todos, no del gobierno ni de los elementos de tránsito, ni tarea exclusiva de los automovilistas. En suma, la ciudad es de todos y de todas. Respetarnos nos hará convivir mejor dentro de esta enorme, pero bella ciudad de México.

Los ciclistas siempre visualizamos las calles de la ciudad desde otra perspectiva muy diferente, por ejemplo, percibimos con más detalle las pendientes de subida o bajada, sabemos perfectamente que transitar la avenida Patriotismo desde Mixcoac hasta Reforma es prácticamente un descenso muy suave, ya que la ciudad es más baja en la zona centro. Desde luego hacer el mismo recorrido al revés pero sobre la avenida Revolución, implica mucho más esfuerzo porque la calle va en subidita constante. Otro ejemplo es la avenida Miguel Ángel de Quevedo. De Tasqueña sube a San Ángel y baja en dirección contraria.

Ir al poniente de la ciudad desde cualquier punto, implica ir de subida y pedalear con más trabajo, ir del poniente al centro, es prácticamente lo contrario. Por lo regular, llegar al centro desde cualquier punto de la ciudad, nos hace invertir menos energía que alejarnos de éste.

Ir a los centros comerciales en bici, es la onda. La mayoría de ellos cuentan con espacios para bicicletas donde se puedan encadenar, y lo más importante: ¡no hay cobro! Y es que para ir al cine en automóvil, prácticamente uno invierte $100.00 en estacionamiento en promedio (sin considerar propina al viene-viene, propina al que nos atiene en la gasolinera, propina a los limpia parabrisas que saltan por sorpresa en cada semáforo y desde luego, la misma gasolina). Muchos restaurantes cuentan con espacios para bicis (incluso muchos hacen descuentos a los que van en bici), y los que no, siempre hay un espacio cerca y seguro para encadenarla. Digo, sabemos que no faltan los robos, cuestión prácticamente inevitable en una ciudad de tan grandes dimensiones. El asunto concreto es encontrar la mejor manera de compartir los espacios en las calles, con amabilidad y respeto para todas y para todos.

Comparto algunos de los tiempos que hago en promedio en ciertos recorridos, así como las calorías consumidas por mi cuerpo según una de tantas aplicaciones para ciclismo en smartphone: Podómetro Ultimate V9.

Distancia recorrida en bici en 9 meses exactos: 4,005.6 Km.
Tiempo total en bici en 9 meses exactos: 197 horas 02 minutos.
Calorías consumidas en 9 meses: 99,021 Cal.
Velocidad media: 20.3 Km/h

Recorrido habitual 1:
Alberca Olímpica - La Raza.
Distancia: 14 Km. Tiempo: 45 minutos. Calorías consumidas: 600 Cal.
Ruta: Eje Central Lázaro Cárdenas.

Recorrido habitual 2:
La Raza – Alberca Olímpica
Distancia: 14 Km. Tiempo: 45 minutos. Calorías consumidas: 600 Cal.
Ruta: Av. Cuitláhuac, Calzada Vallejo continuando por Guerrero, Bucareli y Cuauhtémoc y División del Norte.

Otras rutas:
Alberca Olímpica - Xochimilco Centro.
Distancia: 16 Km. Tiempo: 50 minutos.  Calorías consumidas: 610 Cal.
Ruta: Av. División del Norte y Prolongación División del Norte una vez cruzando el puente de Vaqueritos sobre Periférico.

Alberca Olímpica - Politécnico en Zacatenco.
Distancia: 17 Km. Tiempo: 60 minutos. Calorías consumidas: 625 Cal.
Ruta: Eje Central Lázaro Cárdenas y Av. Politécnico.

Alberca Olímpica - Metro Observatorio.
Distancia: 16 Km (2 en subida constante). Tiempo: 60 minutos. Calorías consumidas: 610 Cal.
Ruta: División del Norte, Eje 7 Sur Trolebús-Bici, Patriotismo, Calle 9 y Canario.

Alberca Olímpica – Zócalo de la ciudad de México.
Distancia: 11 Km. Tiempo 35 minutos. Calorías consumidas: 422 Cal.
Ruta: Eje Central Lázaro Cárdenas.

Estos son tan sólo algunos ejemplos para los que gusten consultar distancias, tiempos y energías empleando la bici como medio de transporte. Si bien es cierto que existen algunos inconvenientes como el tener que llevar una toalla para limpiarse el sudor, así como llevar jabón y bloqueador solar, además de llevar un impermeable para cuando llueve, de cargar con herramienta y una cámara de refacción, vale la pena transportarse en bici, ya que se ahorran largas filas de tráfico, se ahorra dinero (gasolina, estacionamientos, propinas a viene-vienes, gasolineros y limpia parabrisas etc.), se vive la ciudad desde otra perspectiva, no contaminas, haces ejercicio y quemas la energía que no necesita el cuerpo.

miércoles, 12 de junio de 2013

Evangelina se fue (Cuento)


Meterse en el pupitre lo hacía sentirse seguro. Su cuerpo se tranquilizaba cuando la madre Carmela ni lo escuchaba ni lo veía. Se la pasaba mirando a Evangelina de reojo durante toda la clase. Eso le provocaba gran emoción. Las horas eran más agradables si la podía contemplar, aunque fuera poquito, pero con eso bastaba para tener una alegría inmensa.

Casi nada entendía de lo que decía la madre Carmela, porque mientras ella hablaba, él se perdía en sus imaginaciones. Que si la Santísima Trinidad eran dos hombres y una paloma en un mismo ser, que si el mentado Satanás era o no era una serpiente, que si el Ave María era un ave o una oración, que si las tediosas matemáticas, que si la aburrida gramática, en fin. Él no sabía muy bien de cuentas, pero en las cosas de Dios todo podía ser posible. Al menos así lo decía la madre Carmela, quien aseguraba que tres era igual a uno si se trataba de la Santísima Trinidad, pero en matemáticas, las cosas eran distintas mientras miraba a todos sus alumnos a través de unos lentes de aumento que parecían binoculares; y como ella lo decía, entonces debía ser cierto. Lo peor llegaba a la hora de la aritmética cuando ella lo ponía a sumar o a restar, porque todo se complicaba, nueve manzanas menos cuatro manzanas, eran unas manzanas mal nacidas porque de plano él decía que eran seis o tres o dos. Nunca adivinaba exactamente. Hasta hacer espiralitos en el cuaderno doble raya se le complicaba, porque la madre Carmela los hacía derechitos, limpios y bien curveados, mientras que a él le salían todos cuadrados, chuecos y muy sucios. Nunca supo por qué a la madre le salían de una forma y a él de otra. Los demás niños se burlaban de él a toda hora por ser el más burro. Así luego le decían el burro. Cuando la madre Carmela le ordenaba que se pusiera de pie, él de inmediato se ponía a sudar porque o una de dos, o no escuchaba bien, o las más de las veces no entendía la pregunta. Se le trababa la lengua, buscaba la respuesta en el piso del salón, contestaba con otra pregunta o de plano se callaba para no decir una tontería.

Cuando los niños del salón oraban el Credo: …Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible… significaba que era la hora de salir. Él nunca pudo aprenderlo de memoria, pues a parte de extenso y complicado, él se hacía bolas entre lo visible y lo invisible. Las veces que él le preguntaba a la madre Carmela sobre la diferencia entre lo que se podía mirar y lo que no, ella le contestaba: -Antes de hacer preguntas tontas aprende de memoria la oración porque si sigues así no habrá Primera Comunión para ti-. Además, si todo lo había creado el Creador… ¿quién entonces habría creado al Creador? Con mayor razón él mejor optaba por mirar a Evangelina mientras ella coreaba a coro con el resto de los niños: …creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… A la salida la madre Carmela regalaba pedacitos de hostia a cada niño, a quienes además recomendaba: -No la mastiquen, aunque no esté bendita representa el cuerpo de Dios. Estudien el catecismo-. 

Salían en fila de uno en uno. Él era el último, para que los demás no vieran sus zapatos deshilachados y parchados. Boleaditos eso sí, pero abiertos de la suela como si tuvieran hambre. Ya en la puerta del colegio corría para llegar a casa. Como tortuga ninja saltaba de calle en calle de Comitán, el pueblito chiapaneco donde le había tocado vivir. Doblaba la esquina a tiempo para cruzarse en el camino de Evangelina, la niña de color canela y ojos café claro. La seguía por la calle Hidalgo, luego por Aldama hasta llegar a Corregidora. Caminaba detrás de ella. ¿Lo veía? Por lo menos la niña no lo daba a notar, pero el contemplarla una vez más bastaba para que el mundo se llenara de color. Evangelina nunca volteaba para darse cuenta que él la seguía hasta verla entrar en la casa del portón. Era una casa de balcón y ventanas de madera que se sostenía en pie sólo porque había aún gente que la habitaba. A un mes de que terminaran las clases en el colegio de monjas, la siguió por la calle. Por Hidalgo y Aldama, hasta la esquina con Corregidora. Disimuladamente imaginó que Evangelina daría vuelta en la esquina, como siempre, para dirigirse hacia el portón de madera. Para su sorpresa la niña se detuvo junto a la puerta de la panadería de doña Petra y giró para esperarlo de frente. No tuvo tiempo para disimular o para cambiarse a la banqueta contraria, ni para dar vuelta, o para inventar que iba a ver a la abuela Felicia que vivía a tres cuadras, o que iba a comprar no sabía qué en la tienda de don Macario que vendía kilos de 900 gramos. -¿Tú por qué me sigues?- le impuso la niña.

No supo de plano qué contestar y agachó la mirada como si estuviera delante de la madre Carmela, esperando hacerse invisible para no demostrar su rostro sonrojado. Evangelina esperó la respuesta. Él quería escapar montado en una enorme paloma blanca (igualita a la del Espíritu Santo) mientras sus nervios colorados hacían latir cada vez más de prisa su corazón. -A ver contéstame, ¿por qué me sigues?- le insistió la niña. -Quiero que seas mi novia- No pensó en las condenadas palabras que acababa de pronunciar, sintiendo que se moría, que el mundo se había hecho tan pequeño que a penas tenía cabida para él. Cerró los ojos con fuerza esperando quizá mirar la parte invisible de Evangelina dentro de sus ojos. -Si quieres… somos novios entonces- contestó la niña mientras le sonreía con esos ojos en los que habitaba una alma tierna; porque ninguna otra persona tenía una manera tan linda de mirar. Lo tomó de la mano para seguir por Corregidora. Él sentía algo parecido a unos tamborazos dentro de su pecho, como si la banda de guerra de la escuela se le hubiera metido con todo y trompetas, esa misma que cada lunes tempranito sonaba en el patio central para saludar a la bandera. Al llegar a la esquina con Independencia se despidieron. -¡Hasta mañana, nos vemos mañana en la escuela!- alcanzó a escuchar que Evangelina le decía mientras él a penas oscilaba su mano temblorosa de derecha a izquierda. Sus manos le sudaban como si la madre Carmela le hubiera hecho una de sus complicadas preguntas. Después de calmar el escándalo interior que se originó desde su corazón, retomó de nuevo la realidad. La misma que siempre fue visible para él, esa misma que jamás había sido invisible, ¿sería? Camino a su casa repentinamente se encontró con la Plaza de la Vasija, quien le hizo recordar a su abuelo Julián, con quien siempre le gustó platicar, sobre todo cuando le contaba cómo había conocido a la abuela Felicia, de quien según su abuelo amó hasta la muerte.

Al llegar a casa, después de quitarse los zapatos para guardarlos bajo la cama, barría la suciedad que dejaban las gallinas en el patio. Luego iba con los puercos. No le gustaba caminar en el estiércol, pero tenía que hacerlo para llegar a los comederos y poder vaciar la cubeta llena de nixtamal revuelto con tortilla dura; después echaba agua en los bebederos donde los perversos hocicos se hundían para impregnar el agua con pedacería de tortilla y lodo. Lo que menos le gustaba de esos animales eran sus ojos, que parecían mirarlo con demasiado terror. ¿Ellos podrían a caso mirar la parte invisible del mundo? No lo sabía. Antes de que anocheciera, la mamá les preparaba una taza de té de naranjo (o café con leche cuando había para más), calientito y dulce, para Nayeli su hermana mayor y para él. Sopeaba la punta del bolillo, hundiéndola en el té caliente hasta que lo terminaba. El papá mejor prefería su plato de frijoles, dar una mordida de tortilla y otra al plato de pozol. Se alumbraban con un foco de 40 watts, el que terminaba por apagarse la mayoría de las veces debido a las variaciones de corriente. Antes de irse a la cama recortaba nuevas plantillas de cartón para introducirlas en sus zapatos, luego los cepillaba para dejarlos brillantes; con las costuras a la vista, pero brillantes. Rezaba tres Padres Nuestros y tres Aves Marías para espantar al chamuco, y se metía en la cama para dormir en santa paz. Y así era, pues dormía siempre pensando en Evangelina, la niña más hermosa del cielo y de la tierra… de todo lo visible e invisible. La madre Carmela le había amenazado con que para él no habría Primera Comunión, por no merecer aún el cuerpo de Dios dado que no sabía el Catecismo. Que lo iba a reprobar por ser un holgazán para estudiar el Santo Evangelio. Ese mismo que parecía tener el mismo nombre de la niña más linda del mundo, porque en definitiva Evangelina y Evangelio eran palabras muy parecidas pero muy diferentes, razón válida para confundir las cosas, de la misma manera que ocurría con lo visible y lo invisible, palabras tan parecidas y al mismo tiempo tan contrarias. También la mamá lo decía cuando hablaba con la tía Roberta: -Mijo es un burro-. Lo señalaba. Y la tía contestaba: -Pus sí, en cambio si vieras a la hija de Doña Meche que ya hace las cuentas re bien; esa sí es aplicada. Se sabe estupendo el catecismo- decía la tía.

Lo peor no era que la hija de doña Meche fuera Evangelina, la niña que no era como el resto de las niñas, porque en definitiva ella era la más hermosa de todas. Lo más grave era que él ni siquiera sabía trazar los palitos que los niños mucho más chicos que él lo podían hacer. Mucho menos iba a saber de cuentas. Y menos cuando el trío de la Santísima Trinidad eran tres pero también eran uno. Cosa que no ocurría con las manzanas, porque por muy grandes o chicas que fueran, tres siempre eran tres y nunca una. Lo único que sabía es que Eva, la otra Eva, la que nunca fue Evangelina, engañada por Satanás en forma de serpiente, le había dado de comer una maldita manzana al tal Adán. Una manzana que imaginaba roja y del tamaño de un melón (por lo del pecado mortal). Pero… ¿por una manzana? La idea de la paloma blanca lo atormentaba todo el tiempo, porque cada que se encontraba una en la Plaza de la Vasija se imaginaba que Dios se iba a manifestar recordándole que para él no habría catecismo por ser tan burro. Con los diez mandamientos resultaba lo mismo, también se equivocaba cuando la madre Carmela le preguntaba: ¡A ver el octavo mandamiento! Y se equivocaba con mayor razón al sentir la mirada de Evangelina a su espalda, porque a lo peor ella pensaba: ¡Qué novio tan estúpido tengo! A la madre no le fallaba la puntería: le preguntaba justo cuando no sabía o estaba distraído, y le atinaba por más que él hiciera por esconderse en el pupitre. Curiosamente el primer mandamiento sí que lo sabía: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas. Claro, porque Dios había creado al mundo y al universo en seis días. Y ese mandamiento casualmente la madre nunca le preguntaba si lo sabía. En cambio cuando le tocaba responder a Evangelina, la niña se levantaba del pupitre para responder con toda exactitud mientras los demás chamacos se quedaban con la boca abierta. No en balde Eva era una niña muy especial, a parte de que no existía otra más hermosa. Siempre limpia, bien peinada y con un aroma mucho más rico que el del té de naranjo. Él siempre la miraba. Calculaba el momento exacto para voltear y observarla, mientras Eva permanecía con la mirada al frente, atenta, ¿pensativa? Sin que su mamá se diera cuenta, hurtaba dinero para comprar barquillos de nieve, miguelitos o gelatinas en tubitos de plástico con azúcar en los extremos para regalarle a Eva, o mejor dicho: a Evangelina, cuando se veían en la plaza. Los domingos en la tarde se sentaban en una banca, y mientras la orquesta del pueblo tocaba valses y melodías románticas, Eva le platicaba de sus hermanos, de sus primas, de sus tías, de su padres y de los planes que tenían para irse a la capital, a México, esa ciudad que sólo conocía por las fotos que venían en los libros de texto de la SEP que nunca usaban en el colegio de monjas más que cuando le dejaban las terroríficas tareas que nunca podía hacer no por no querer, sino por no saber.

Cuando estaban a una semana de terminar la escuela y de que el grupo completo hiciera la Primera Comunión, la madre Carmela examinó por turno a cada uno de los alumnos. Al finalizar con él, le dijo: -tú eres el peor de toda la clase y tendrás que esperarte hasta el próximo año-. En los ojos de la monja no había compasión, eran fríos. Detrás de sus lentes parecían vivir dos ajolotes. Esos que después de un tiempo viviendo en las aguas estancadas sin ningún tipo de hechizo se convertían en sapos enormes y feos. Ya los papás habían invitado a toda la familia para celebrar la Primera Comunión. Las tías con sus esposos que también eran ya sus tíos, la abuela Felicia, los primos, todos estaban invitados a la comida después de recibir por primera vez el cuerpo de Dios en forma de hostia bendita. Hasta la piruja de la tía Lucrecia estaba invitada. Así lo decía la mamá: Lucrecia es una piruja, la han visto con uno y con otro en la capital. Pero ¿qué quería decir la palabra piruja? Sonaba como a bruja. ¿Sería? Al menos la tía Lucrecia no lo parecía. Al contrario, era la más elegante de todas sus tías. Una de las madres se acercó a la madre Carmela para decirle: -había de dejar que el muchacho haga su Primera Comunión, se ve que es de cabeza dura, pero ya aprenderá-. Eso dijo la madre asistente, pero la madre Carmela no se conmovió: -nuestro deber es que estos niños sepan bien el catecismo; ya ve cuanta ignorancia existe en esta gente- respondió. Lo cierto es que la madre Carmela aborrecía al mundo visible, se le miraba en los ojos, que a veces eran ya, como unos sapos. Al salir de la escuela sí que sintió arder las piedras bajo la suela de sus zapatos. ¿Ahora qué iban a decir su mamá y su papá? Por un momento sintió ganas de convertirse en paloma blanca y volar hasta la capital o a cualquier otro lado que sonara lejos. Sintió un peso enorme sobre su cuerpo, como si una manzana grandota, colorada y del tamaño de un melón le colgara sobre su espalda. ¿Sería? Al papá no le importó, dijo: -es igual que haga la Comunión el próximo año o el siguiente, así juntamos dinero para la fiesta. Con tanta miseria y con este gobierno que quiere matarnos de hambre, no nos alcanza para mucho- al mismo tiempo que escupía una bocanada de humo para después dormirse el resto del día.

Para obscurecer, la mamá entró en el cuarto alumbrada por la flama de una vela, porque la luz del foco se había ido. Haría la Primera Comunión el próximo año, ni modo. ¿No debería sentirse triste el niño por no hacerla?

Lo miró de lejos. Oró por él y se volvió a su cuarto. Él no estaba carente de emoción. Era a Evangelina a la que llevaba en el pensamiento y en las noches soñaba con ella. ¿Estaba enamorado con el mismo sentimiento del que tiempo atrás le había hablado el abuelo Julián? Se envolvió en las cobijas, se le olvidó rezar por tener la mente intermitente en la niña más linda de todas, cerró sus ojos, miró lo invisible detrás de sus ojos cerrados y solito le llegó el sueño. Al otro día al amanecer se dio cuenta que mientras la noche había transcurrido, él había soñado con Eva, no con la del pecado original, sino con Evangelina, la niña de piel hermosa y color canela. Supo que había estado en el paraíso, un hermoso lugar donde desde luego no había ajolotes, si sapos, ni estiércol, ni credos y mucho menos sumas y restas. Era un paraíso invisible que había logrado mirar mientras dormía. Lo más emocionante de todo era la presencia de Evangelina. En lugar de manzanas rojas había helados sabor chocolate y en lugar de serpientes había miguelitos, gelatinas, y mucha alegría. Desde que se hicieron novios acompañaba a Evangelina hasta su casa y el último día del colegio ella lo tomó de la mano, en la calle Madero, a la sombra de un ahuehuete le contó que ella tampoco haría la Primera Comunión porque antes sus papás se la llevarían a la capital. Le dijo que nunca lo iba a olvidar. Y como despedida lo besó en los labios. 

Así sucedió.

La tarde siguiente tras ir a buscarla a la casa del portón, no la encontró. Alguien, una señora, le dijo que esa familia ya no vivía allí, que se habían cambiado a la Ciudad de México. Nada más. Durante el camino de regreso se llenó de tristeza. A lo largo de la calle Corregidora se le soltaron las lágrimas. Incoloras, casi invisibles pero bien saladitas. Una lluvia cayó desde no sabía qué lugar. A sus zapatos se les botaron las costuras. Los sapos atraídos por la lluvia comenzaron a salir. El cielo se hizo gris, pero poco a poco se fue ocultando mientras cerraba sus ojos llorosos cada vez con más fuerza. Lo visible se hacía invisible. No había palomas blancas, ni paraísos, ni valses, ni miguelitos, ni gelatinas, ni alegrías. El pueblo, con sus calles vacías y mojadas, estaba muerto. Sapos que habían sido ajolotes parecían burlarse de él. Al año siguiente haría la Primera Comunión, pero ya nada importaba. El mundo se había quedado vacío e invisible. 

En el campanario de la Iglesia sonaba la primera llamada a misa que anunciaba la Primera Comunión de los mejores niños. Su corazón en cambio parecía no hacer ruido alguno. En su imaginación se sentía desterrado de su propio paraíso, mientras que en su pensamiento sólo repetía: Evangelina se fue.

martes, 11 de junio de 2013

¿Quién es un discapacitado para el RTM?

El Reglamento de Transito Metropolitano (RTM) del Distrito Federal otorga prioridad a los conductores discapacitados, sin embargo en dicho documento no se encuentra clara la definición de tal referencia. El Art. 4o. Fracción XII conceptualiza lo siguiente:

Persona con discapacidad es la que padece temporal o permanentemente una disminución en sus facultades físicas, mentales o sensoriales.

Consultando el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), encontramos la siguiente y única descripción:

1. adj. Dicho de una persona: Que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas.

Atendiendo de forma estricta la definición de discapacitado tal como lo entiende el RTM, y la RAE, estamos ante una situación interpretativa que no puede diferenciar con claridad al discapacitado con el resto de los conductores de vehículos. ¿Quién valora entonces tal distinción? Tal parece que es el propio conductor quien puede autodefinirse como discapacitado o no discapacitado. En él mismo cae la responsabilidad de tal concepto y diferenciación.

Si alguno de nosotros considera que se tiene una disminución en las facultades mentales por ejemplo, entonces somos ya, un discapacitado. Una persona ebria tiene una disminución notoria en sus facultades sensoriales, ¿entonces los conductores ebrios son también discapacitados?. La respuesta a esta última pregunta no está tan clara si partimos de la definición legal de discapacidad. 

Más aún, ¿quién debe ocupar los lugares exclusivos para los discapacitados? Si la discapacidad es interpretativa y además se autodefine, regresamos a la pregunta del título de esta situación, ¿quién es un discapacitado