La libertad no es fácil porque implica ser autosuficiente.
Asumir la libertad de tomar decisiones conlleva a adquirir responsabilidades y
sobre todo a correr los riesgos naturales que se adquieren cuando se acepta que
ningún ser humano puede tener certezas absolutas. Vivir en libertad es
complicado, porque el individuo tiene que abandonar la inmadurez que lo limita
siendo dependiente de otros en muchos aspectos emocionales. La libertad nos
conduce por senderos ásperos y trágicos. No es un camino sencillo, por eso la
gran mayoría de las personas le tiene tanto miedo.
Vivir en libertad implica asumir riesgos, trances y
contingencias. Comprende ser responsable y mirar la vida como es y no como nos
gustaría que fuera. Decidir vivir en libertad trae como consecuencia enfrentar los
temores que nos han impedido abandonar para siempre la infancia y convertirnos
en hombres y mujeres de verdad.
En libertad se acaban los culpables de nuestras desgracias,
y se termina con la faceta del victimismo que se nos enseña por todos lados. En
libertad el hombre se enfrenta consigo mismo, y se asume como tal.
En libertad el individuo se baja del pedestal de pequeño
dios redentor para reducirse a la simple condición de ser humano simplemente
porque se hace responsable y asume sus limitantes naturales. Sabe que no es
ángel o arcángel, y entiende que la especie humana es una diversidad de
conceptos. Es consecuente de sus virtudes pero también de sus defectos. Cuando
todo esto sucede, el ser deja de quejarse y se esfuerza por alcanzar lo que
busca. El hombre en libertad es consciente de que vive en evolución constante,
y comprende sus debilidades. Sabe que puede ser solidario, bondadoso,
religioso, espiritual, sincero y auténtico, sin embargo también es lúcido de
que puede ser envidioso, egoísta, cruel, pretencioso, hostil, ególatra, etc. Se
asume como imperfecto, errante y se aleja de su pretensión de construir utopías
o sistemas políticos equivalentes al cielo en la tierra, porque comprende que
todos esos intentos han traído consecuencias lamentables. Por eso mejor opta
por encontrar sistemas imperfectos, pero lo más esperanzadores y menos dañinos posibles. El individuo libre es libertario, pero nunca utópico.
El ser humano responsable deja de aspirar a saberlo todo
porque ubica ante todo su condición humana. Deja de ser oráculo de la verdad, y
conocedor completo de todos los bienes y todos los males de la sociedad.
El individuo que vive en libertad abandona la idea de construir
utopías. Es respetuoso de los demás, es abierto y acepta la diversidad en todos
los aspectos.
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