Una
de las quejas de los alumnos manifestantes del Politécnico contra los nuevos
planes de estudio (que por cierto no aplicará para ellos, sino para las
generaciones venideras) es que incluyen conceptos como “cultura empresarial” o “cultura
emprendedora”. Si entiendo bien, esto quiere decir que para los inconformes, la
introducción de estos temas indica que los egresados del futuro IPN estarán forzosamente
al servicio de las empresas y no de la nación mexicana. Si esto es cierto, ¿los
alumnos inconformes que tanto abogan por las generaciones futuras, en realidad
preferirán que los alumnos próximos sean
contratados por empresas gubernamentales que por empresas privadas?, es decir, ¿preferirán
que los siguientes egresados sean antes burócratas que ingenieros, químicos,
físicos, matemáticos, etcétera de empresas privadas?
Resulta
asombroso cómo se vincula constantemente en nuestro país y en América Latina en
general “lo empresarial” o “lo emprendedor” a cuestiones que vayan en contra de
algún orden moral nacionalista o en contra de algo todavía mucho más grave.
Yo
veo algunas cuestiones importantes que van en contra de las libertades
individuales y que incluso caen en un autoritarismo casi invisible que me
gustaría resaltar, considerando que a las actuales generaciones del Politécnico
NO se les impondrá ningún cambio ya que como bien se sabe, ninguna ley es
retroactiva:
¿Cómo
pueden saber los actuales alumnos inconformes del Politécnico lo que desearán
las siguientes generaciones de egresados?, ¿qué les hace creer que los siguientes
alumnos no quieren tener una “cultura empresarial o emprendedora”?, tal
pareciera que se sigue considerando que las empresas e instituciones privadas
no generan ningún tipo de beneficio al país, cuando son ellas las que generan
más del 70% de la riqueza, productividad y empleos en México. Y no hablo de
ninguna trasnacional, ni de ningún monopolio, ni soy pagado por ninguna empresa
gigante neoliberal. Hablo de las miros y pequeñas empresas mexicanas constituidas
por miles de egresados politécnicos y universitarios.
Me
parece que el dogma contra lo privado y la exaltación por el nacionalismo han
dañado mucho la conceptualización mexicana. Es increíble que en pleno siglo XXI
se siga pensando de esta manera. Los planes de estudios tienen que ser
abiertos, plurales y consecuentes ante la necesidad actual del país. Lo curioso
es que hoy existe menos “tecnificación” de los alumnos del Politécnico que en
sus orígenes, cuando Lázaro Cárdenas lo creó. Hoy el IPN genera investigación
nacional y desarrolla tecnología, y justo eso se ha logrado, gracias al vínculo
empresarial público y privado con el que actualmente cuenta el Politécnico.
Negar esta situación sería faltar gravemente a la verdad.
Como
egresado de la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Politécnico, y por
medio de la experiencia que he tenido en mi trayectoria laboral, considero que
los planes de estudio de cualquier carrera del IPN deben diseñarse con miembros
del consejo politécnico, por alumnos, por egresados, investigadores, docentes y
obviamente por empresarios particulares y con directores de instancias públicas.
Sólo así podremos tener un beneficio mayor entre todos.
Continuar
con el dogma anti empresarial privado, favorecer al Estado benefactor y además
concebir que se puede y se debe actuar “en favor” de las siguientes
generaciones porque consideramos que nuestra postura es la ideal para ellos
resulta, obviamente, nada democrático, excesivamente
dogmático, y totalmente en contra de las libertades individuales de las generaciones
futuras.
Seguir
creyendo que el desarrollo mexicano sólo será posible mediante el esfuerzo de
las instituciones públicas es incierto, riesgoso y fuera de lugar. De hecho,
todos los egresados del IPN logramos terminar nuestros estudios gracias a la
captación de los impuestos que hace el Estado de las micros y pequeñas empresas
mexicanas de las que tanto parecemos renegar de manera injusta e inmoral. Ojalá
pronto asimilemos, que el diablo no existe, y mucho menos, pertenece al sector
privado. En cuanto más nos tardemos en entender esta sencilla lógica, menos
podremos sacar provecho de las oportunidades y los vínculos entre distintos
sectores productivos del país, como ya se hace exitosamente en muchos lugares
del mundo.
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