
Para Popper el totalitarismo moderno lo representa la reacción del colectivismo (sociedad cerrada) a la sociedad abierta (sociedad basada en individuos libres), es decir, la violencia por imponer a toda costa el restablecimiento del orden colectivo; este totalitarismo nunca fue percatado por liberales ingenuos que creyeron que con el fin del muro de Berlín, llegábamos a la recta final hacia la libertad, pues defensores de la tradición de la colectividad reaccionarán para imponer con más ahínco a la sociedad cerrada.
Para Popper, el avance de la libertad individual desencadenará una opresión nunca vista, pues en su amenaza al gran colectivo, se llegará inevitablemente a la reacción violenta de muchos grupos tradicionales [vea el caso del Estado Islámico].

La libertad es con otras palabras, la salida del ser humano de lo controlable y predecible, la entrada en la era del cambio incesante, y por supuesto, esto pesa y cansa.

La maldición del capitalismo, es la maldición de la libertad. Hoy existen por doquier cualquier cantidad de grupos que tratan de oponerse a la evolución de la sociedad. Se empeñan en un pasado que no tiene vuelta. La transición a la sociedad abierta provocará tremendos malestares e inconvenientes, nos recuerda Popper. La liberad es una especie de subversión contra el colectivo del pasado, que se niega a aceptar la evolución. Y la evolución es simplemente inevitable. El gran colectivo añejo nos insiste en retomar el rumbo. El colectivo cerrado no quiere tener un colectivo abierto, es decir, el lugar de los individuos autónomos.
La globalización no es más que una manifestación de las sociedades abiertas, es una expansión sin paralelos de nuestra libertad en todos sentidos. De hecho proviene del crecimiento acelerado de que permite la salida espectacular de grandes masas humanas de la pobreza en un tiempo tan corto. El mundo se achica y el enorme flujo comunicativo de la era de información hace llegar las ideas e influencias más diversas prácticamente a todos los rincones del planeta. La mayoría de las tradiciones han sido sometidas a juicio y cuestionadas, obligadas a justificarse, y finalmente forzadas a modernizarse o desaparecer.
La sociedad cerrada grita para detener el cambio. No le gusta la evolución y acostumbrada a imponerse al individuo, piensa que a la sociedad abierta la dirige una devastadora máquina llamada de diferentes maneras: "neoliberalismo, imperialismo yanqui, occidentalismo", y demás etcéteras.
Lo cierto es que los cambios no se pueden detener en la naturaleza, y el hombre mismo es parte de ella. Si Popper tenía razón, no deberían sorprendernos -afirma nuestro amigo liberal chileno Mauricio Rojas- la resaca colectivista con un claro sesgo totalitario que hoy vemos alzarse frente a todo este torbellino de libertad y cambio que llamamos globalización. Los movimientos anti globalización o los socialismos del XXI, el Estado Islámico, el populismo europeo y americano, así como el hinduísmo militante son un ejemplo de esta oposición.
Nos seguirá costando mucho dejar fluir nuestra evolución. Sin embargo, hagamos lo que hagamos, será inevitable el constante cambio. Que no se nos olvide jamás, que la evolución humana, no se ha detenido, ni se detendrá.